miércoles, 28 de diciembre de 2011

Blancanieves (Blancanieves y los siete enanitos/ enanos)

Argumento
Había una vez, una pequeña princesa que tenía el cutis blanco como la nieve, los labios y mejillas rojos como la sangre, y los cabellos negros como el ébano. Su nombre era Blanca Nieves.
A medida que crecía la princesa, su belleza aumentaba hasta el punto que su madrastra, la reina, se puso muy celosa. Llegó un día en que la malvada madrastra no pudo tolerar más su presencia y ordenó a un cazador que la llevara al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se apiadó de la niña y le aconsejó que buscara un escondite en el bosque.
Blanca Nieves corrió tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando con rocas y troncos de árboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caía la noche, encontró una casita y entró para descansar. Todo en aquella casa era pequeño, pero más lindo y limpio de lo que nadie se pueda imaginar. Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeñitos, siete tacitas de barro y, al otro lado de la habitación, se alineaban siete camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se echó sobre tres de las camitas, y se quedó profundamente dormida.
Cuando llegó la noche, los dueños de la casita regresaron. Eran siete enanos, que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el corazón de las montañas.
-¡Caramba, qué bella niña! -exclamaron sorprendidos-. ¿Y cómo llegó hasta aquí?
Se acercaron para admirarla con cuidado de no despertarla. Por la mañana, Blanca Nieves sintió miedo al despertarse y ver a los siete enanos que la rodeaban. Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquilizó y les contó su triste historia.
-Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros -dijeron los enanitos-, puedes quedarte aquí y te cuidaremos siempre.
Blanca Nieves aceptó contenta. Vivía muy alegre con los enanos, preparándoles la comida y cuidando de la casita. Todas las mañanas se paraba en la puerta y los despedía con la mano cuando los enanos salían para su trabajo.
Pero ellos le advirtieron:
-Cuídate. Tu madrastra puede saber que vives aquí y tratará de hacerte daño.
La madrastra, que, en realidad, era una bruja, y consultaba a su espejo mágico para ver si existía alguien más bella que ella, descubrió que Blanca Nieves vivía en casa de los siete enanos. Se puso furiosa y decidió matarla ella misma. Disfrazada de vieja, la malvada reina preparó una manzana con veneno, cruzó las montañas y llegó a cabaña de los enanos.
Los animales del bosque vieron atónitos y asustados a la reina y comenzaron a correr en dirección hacia la mina de los enanitos, al parecer para advertir a estos últimos de lo que está pasando en su casita ya que saben de que Blancanieves podría estar en peligro.
Blanca Nieves, que sentía una gran soledad durante el día, pensó que aquella viejita no podía ser peligrosa. La invitó a entrar y aceptó agradecida la manzana, en apariencia deliciosa, que la bruja le ofreció. Pero, con el primer mordisco que dio a la fruta, Blanca Nieves cayó desvanecida.
Al darse cuenta de que Blancanieves cayó, la reina grito riéndose maliciosamente que ahora era las más bella. Sin embargo nada más salir de la casa se desató una tormenta, agregando de que los enanitos advertidos por los animales del bosque de la presencia de la reina, venian raudamente y comenzaron a perseguirla; esta comenzó a correr entre tropezones hasta trepar un cerro , tras ella los enanitos les seguían.
Al llegar a la parte alta del cerro, la reina, en un último intento por deshacerse de los enanitos coge una rama y con ella trata de mover una roca para que ruede en dirección hacia los enanitos, pero cuando ya estaba a punto de lograrlo, un relámpago origina un derrumbe de rocas haciendo que la reina caiga al vacío y la roca también pero en dirección hacia ella. Los enanitos al llegar a la parte alta observan atónitos la escena y dos buitres que también vieron vuelan en dirección hacia abajo

De vuelta a la casita , los siete enanitos encontraron a Blanca Nieves en el suelo. No respiraba ni se movía. Los enanos lloraron amargamente porque la querían con delirio. Por tres días velaron su cuerpo, que seguía conservando su belleza -cutis blanco como la nieve, mejillas y labios rojos como la sangre, y cabellos negros como el ébano.
-No podemos poner su cuerpo bajo tierra -dijeron los enanos. Hicieron un ataúd de cristal, y tras colocarla allí, la llevaron a la cima de una montaña. Todos los días los enanos iban a velarla.
Un día un príncipe, que paseaba en su gran caballo blanco, vio a la bella niña en su caja de cristal y pudo escuchar la historia de labios de los enanitos. Se enamoró de Blanca Nieves y logró que los enanos le permitieran llevar el cuerpo al palacio donde prometió adorarla siempre. El príncipe no pudo resistir la tentación de besar sus rojos labios de fresa. Entonces ella despertó de su largo sueño. Hubo gran regocijo, y los enanos bailaron alegres mientras Blanca Nieves aceptaba ir al palacio y casarse con el príncipe. Y fueron felices para siempre.

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